La reconstrucción facial microquirúrgica, engloba distintas técnicas de cirugía aplicadas tanto en el tratamiento de patologías congénitas, como de las adquiridas por enfermedades o secuelas de traumatismos que han provocado la pérdida de parte de la estructura de la cara o de su funcionalidad.
Entre las patologías congénitas que se pueden solucionar, son destacables distintos tipos de parálisis faciales y de atrofias que impiden la correcta movilidad de los músculos y estructuras de la mandíbula y/o de los ojos, así como la expresividad del rostro (por ejemplo, el Síndrome de Parry-Romberg, el de Moebius, o el de Binder, entre otros).
La reconstrucción facial engloba al conjunto de técnicas quirúrgicas destinadas a recuperar el aspecto y funciones del rostro perdidos tras un accidente o la extirpación de un tumor de cabeza y cuello. Exige el dominio de múltiples procedimientos reconstructivos, desde los más sencillos como un injerto de piel hasta procedimientos mucho más complejos que demandan la participación de diferentes especialistas.
Cada rostro es único y está caracterizado por una estructura ósea y dental determinada y una cobertura de partes blandas (piel, músculos y grasa) que varía con la edad. La cara determina en parte nuestro carácter y es el principal órgano de expresión de nuestras emociones. Es así que un procedimiento de este tipo, dependiendo el caso, podría demandar múltiples consideraciones de importancia, como son la estética, funciones localizadas en el área como la masticación, el habla, la mímica, la visión, el olfato y la audición, entre otras.